Las gónadas se desarrollan a partir del mesodermo intermedio mesonéfrico.
Hacia la sexta semana de gestación, se observan como protuberancias que sobresalen en
la cavidad corporal ventral. Adyacentes a ellas, están los conductos mesonéfricos
(conductos de Wolff) que son el origen de las estructuras del aparato reproductor
masculino. Un segundo par de conductos, los de Müller, se desarrollan en sentido
lateral a los mesonéfricos y finalmente constituyen el origen del aparato reproductor
femenino.
Ambos pares de conductos se vacían en el seno urogenital. En la etapa inicial de su
gestación, el embrión tiene potencial de desarrollo masculino y femenino, ya que
contiene ambos pares de conductos y gónadas primitivas que pueden diferenciarse en
testículos u ovarios.
Las células de embriones del genero masculino poseen un cromosoma X y otro Y.
La diferenciación masculina del embrión se inicia como resultado de un gen “interruptor
maestro” del cromosoma Y, el gen SRY. Una vez activado el gen SRY, las células de
Sertoli primitivas empiezan a diferenciarse en los tejidos de las gónadas de embriones
del sexo masculino, durante la séptima semana de gestación. Dichas células secretan
una hormona, la sustancia inhibidora de los conductos de Müller, que produce la
muerte de las células de dichos conductos. En consecuencia, estas células no
contribuyen a ninguna de las estructuras funcionales del aparato reproductor del varón.
Bajo estimulación de la gonadotropina coriónica humana (GCh), las células
intersticiales de Leydig primitivas del tejido de las gónadas inician la secreción del
andrógeno testosterona durante la octava semana de gestación. Dicho andrógeno
estimula luego el desarrollo de los conductos mesonéfricos de modo que se formen el
epidídimo, conducto deferente, conducto eyaculador y vesícula seminal en cada
lado. El testículo se conecta con el conducto mesonéfrico gracias a un conjunto de de
túbulos, que finalmente se convierten en los túbulos seminíferos. La próstata y las
glándulas de Cowper son protuberancias endodérmicas de la uretra.
Las células del embrión femenino poseen dos cromosomas X y están desprovistas
del cromosoma Y. La ausencia del gen SRY hace que las gónadas primitivas se
transformen en ovarios, al tiempo de que la carencia de la sustancia inhibidora de los
conductos de Müller permite que estos se desarrollen. Su extremo distal se fusiona y
forma el útero y el quinto superior de la vagina, al tiempo que su porción proximal no
fusionada origina las trompas de Falopio. Los conductos de Wolf degeneran sin
contribuir con estructuras funcionales al aparato reproductor de la mujer en virtud de la
ausencia de testosterona. Las glándulas vestibulares se desarrollan a partir de
protuberancias endodérmicas del vestíbulo.
Los órganos genitales externos permanecen indiferenciados en ambos géneros
aproximadamente hasta la octava semana de gestación: Antes de que ocurra la
diferenciación, todos los embriones tienen una protuberancia de la línea media, el
tubérculo genital, que consta de surco uretral y partes de pliegues uretrales y
protuberancias labioescrotales.
En embriones del género masculino, una parte de la testosterona se convierte en
otro andrógeno, la dihidrotestosterona (DHT). Esta induce el desarrollo de la uretra,
próstata y órganos genitales externos. Una porción del tubérculo genital se alarga y se
convierte en el pene. La fusión de los pliegues uretrales forma la porción esponjosa de
la uretra y deja una abertura al exterior solo en el extremo distal del pene, a saber, el
meato urinario externo. Las protuberancias labioescrotales se transforman en el escroto.
A falta de la DHT, el tubérculo genital se convierte en el clítoris del embrión femenino.
Los pliegues uretrales permanecen abiertos y son el origen de los labios menores, al
tiempo que las protuberancias labioescrotales originan los labios mayores, El surco
uretral se desarrolla como vestíbulo. Después del nacimiento, disminuyen los niveles de
andrógenos por la ausencia de GCh, que estimula la secreción de testosterona.
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